Óscar es un colombiano que aterrizó muy joven en tierras españolas y que en el año 2000 fue detenido por asaltar un furgón de transporte de fondos. Es un tipo listo y con la cabeza muy dura.
Ese mismo mes apareció se descrubió en Ciempozuelos, en un bidón de ácido sulfúrico, un fiambre semienterrado, con las manos cortadas, la cabeza esqueletizada y, en el cuello, un cadenón de oro de hortera de bolera. Ahora, las fuerzas policiales afirman haber desmontado el negocio de Óscar. Y dicen tener pruebas suficientes para cargarle el muerto.
Pero estos datos, solo son eso: datos. El hecho, es que mi pais a este paso se va a convertir en una extensión del Far West americano, en donde casi todos tendremos que ir con un arma de fuego en la cintura, ya que se les está perdiendo el respeto. Nada hay de extraño, si tenemos en cuenta que se ha perdido el respeto a la vida. Y a la ley, una ley que no sirve para garantizar la seguridad ciudadana porque no es capaz de encerrar a los delincuentes: hay por ahí decenas de ellos que acumulan cientos de detenciones... y como si nada.
Es seguro que a Óscar le caigan algunas decenas de años de prisión, pero sin que se tenga demasiado en cuenta que es un reincidente, que presuntamente forma parte de una banda criminal organizada y que, según los investigadores, su negocio es la muerte. Y tal y como está el sistema ahora, no llegará ni a estar dentro de la cárcel ni 3/4 partes. Es lo que ocurre cuando un sistema se vuelve obseso por las garantías: garantías sí, pero en su justa medida, que tan importante es garantizar la seguridad como la integridad personal de los delincuentes; pero mucho más importante es la protección de las víctimas, y de la sociedad en su conjunto, contra esta clase de elementos antisociales, que no sienten respeto ni por lo ajeno, ni por la propia vida.
Cuando se critica el contrato de integración, primero se debería preguntarse como un tipo como Óscar ha entrado en este país. El coladero que se ha convertido Barajas y que las imágenes de Telemadrid han dejado en evidencia, debería a muchos caérseles los palos del sombrajo y dimitir de ipso facto, y gastar el dinero de reformas de áticos en la seguridad de todos, dotando a las fuerzas de seguridad de los elementos tanto legales, materiales y económicos; para que puedan cumplir una función elemental en todo sistema que se precie llamar democrático: la seguridad.
De hecho, hay una banda de menores rumanos que en todo Bravo Murillo, pero en especial en la zona Plaza Castilla y Valdeacedereas, se dedican a robar todo tipo de cosas a personas que, parándose un momento en el cajero, le son sustraídos el móvil, la cartera y todo el dinero posible. Y como son menores, ya se sabe que la Ley penal del Menor les protege. Y ojo con tocarles. No se les puede expulsar por ser menores. Tampoco se les puede enviar a un centro de menores porque son menores de 13 años (la mayoría de ellos). Solo se puede llamar a sus padres y poco más. ¿Y las víctimas, que pueden hacer? Nada. "Ajo y agua"
Otro hecho, es que los delincuentes una vez detenidos, tiene la resabia costumbre de denunciar al policía que les detiene, con lo que eso, en su régimen disciplinario les supone: suspensión de empelo y sueldo e impedimento de ascensos; y aunque el 99,9% de los casos se archiva ¿como va a hacer entonces la Policía su trabajo? Y para más escarnio, muchos de ellos necesitan contratar servicios de abogados para su defensa. si estos delincuentes son de nacionalidad rumana (por ejemplo) aunque España tiene una moratoria de incorporación, son ciudadanos de la UE, por lo cual, son inexpulsables, aunque ya pesen sobre ellos órdenes de expulsión.
Como ven, el panorama de la seguridad ciudadana se asemeja mucho a ese "Far West" de las películas portagonizadas por Wayne, Easwood,... y tantos otros, y mucho me temo, que ya no solo tendremos que acordarnos del llevar el móvil, sino además la automática, no vaya ser que los forajidos decidan esa linda mañana a liarla gorda.
En septiembre pasado le dejaron suelto con un permiso penitenciario, aquí, en el país que le pone ático de lujo al ministro de Justicia a cuatro días de las elecciones. Cumplía una condena de veinte años, si la información no me falla. Estaba en la cárcel de Aranjuez, y como era una lata... decidió no volver a la celda. Algo tenía que hacer para sobrevivir en la jungla de asfalto, y, tras estudiar las posibilidades, decidió, según la investigación en marcha, establecer una franquicia del sicariato, un chiringuito de muerte.
Ese mismo mes apareció se descrubió en Ciempozuelos, en un bidón de ácido sulfúrico, un fiambre semienterrado, con las manos cortadas, la cabeza esqueletizada y, en el cuello, un cadenón de oro de hortera de bolera. Ahora, las fuerzas policiales afirman haber desmontado el negocio de Óscar. Y dicen tener pruebas suficientes para cargarle el muerto.
Pero estos datos, solo son eso: datos. El hecho, es que mi pais a este paso se va a convertir en una extensión del Far West americano, en donde casi todos tendremos que ir con un arma de fuego en la cintura, ya que se les está perdiendo el respeto. Nada hay de extraño, si tenemos en cuenta que se ha perdido el respeto a la vida. Y a la ley, una ley que no sirve para garantizar la seguridad ciudadana porque no es capaz de encerrar a los delincuentes: hay por ahí decenas de ellos que acumulan cientos de detenciones... y como si nada.
Es seguro que a Óscar le caigan algunas decenas de años de prisión, pero sin que se tenga demasiado en cuenta que es un reincidente, que presuntamente forma parte de una banda criminal organizada y que, según los investigadores, su negocio es la muerte. Y tal y como está el sistema ahora, no llegará ni a estar dentro de la cárcel ni 3/4 partes. Es lo que ocurre cuando un sistema se vuelve obseso por las garantías: garantías sí, pero en su justa medida, que tan importante es garantizar la seguridad como la integridad personal de los delincuentes; pero mucho más importante es la protección de las víctimas, y de la sociedad en su conjunto, contra esta clase de elementos antisociales, que no sienten respeto ni por lo ajeno, ni por la propia vida.
Cuando se critica el contrato de integración, primero se debería preguntarse como un tipo como Óscar ha entrado en este país. El coladero que se ha convertido Barajas y que las imágenes de Telemadrid han dejado en evidencia, debería a muchos caérseles los palos del sombrajo y dimitir de ipso facto, y gastar el dinero de reformas de áticos en la seguridad de todos, dotando a las fuerzas de seguridad de los elementos tanto legales, materiales y económicos; para que puedan cumplir una función elemental en todo sistema que se precie llamar democrático: la seguridad.
De hecho, hay una banda de menores rumanos que en todo Bravo Murillo, pero en especial en la zona Plaza Castilla y Valdeacedereas, se dedican a robar todo tipo de cosas a personas que, parándose un momento en el cajero, le son sustraídos el móvil, la cartera y todo el dinero posible. Y como son menores, ya se sabe que la Ley penal del Menor les protege. Y ojo con tocarles. No se les puede expulsar por ser menores. Tampoco se les puede enviar a un centro de menores porque son menores de 13 años (la mayoría de ellos). Solo se puede llamar a sus padres y poco más. ¿Y las víctimas, que pueden hacer? Nada. "Ajo y agua"
Otro hecho, es que los delincuentes una vez detenidos, tiene la resabia costumbre de denunciar al policía que les detiene, con lo que eso, en su régimen disciplinario les supone: suspensión de empelo y sueldo e impedimento de ascensos; y aunque el 99,9% de los casos se archiva ¿como va a hacer entonces la Policía su trabajo? Y para más escarnio, muchos de ellos necesitan contratar servicios de abogados para su defensa. si estos delincuentes son de nacionalidad rumana (por ejemplo) aunque España tiene una moratoria de incorporación, son ciudadanos de la UE, por lo cual, son inexpulsables, aunque ya pesen sobre ellos órdenes de expulsión.
Como ven, el panorama de la seguridad ciudadana se asemeja mucho a ese "Far West" de las películas portagonizadas por Wayne, Easwood,... y tantos otros, y mucho me temo, que ya no solo tendremos que acordarnos del llevar el móvil, sino además la automática, no vaya ser que los forajidos decidan esa linda mañana a liarla gorda.
1 comentario:
El problema de la inmigración deZcontrolada sólo ha mostrado la punta.
Con la situación económica cada vez peor, el problema se recalentará y nos estallará en los morros a todos los españoles.
En el P$o€, lejos de tomar medidas, miran hacia otro lado ante el problemón que ellos mismos han creado.
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