Hay muchas clases de miradas; tantas como personas, miradas melosas de enamorado, miradas congeladoras de hielo, miradas de horror, miradas de desprecio… pero la mirada de María ayer me descarnó hasta los tuétanos.
A veces basta una mirada para decirlo todo. No hace falta pensar las palabras cuando de una mirada, puede decirse tantas cosas. Ayer la mirada de esta muchacha lo decía todo. Una mirada de las que te congela la respiración, una mirada de medusa Gorgona que te deja el alma en piedra; una mirada que demuestra el valor de lo que merece la pena luchar y tal vez, morir en el intento.
Uno nunca puede imaginar como aquel cuerpo pequeño y menudo, casi de muñeca de porcelana, tenía la fuerza de mil hombres. Nunca perdió de vista a aquel despiadado engendro que, un día decidió que como Gregorio Ordóñez no pensaba como él, debía morir. Ella fue testigo silente de cómo terminaban con su vida. Ella entonces cogió su testigo y bandera. A veces, su mirada perdida engaña.
Ayer a que engendro enjaulado en una bóveda de cristal blindado no podía ni mirar de la vergüenza; su mirada era la mirada de los cobardes. Pero María sí. Su mirada era la de medusa, la mirada de la que sobran las palabras.
2 comentarios:
Qué grande es María.
Valiente, honrada y coherente, vaya si tienen que aprender de ella los politicuchos que abundan en nuestro país.
si señor
Publicar un comentario